Las recientes lluvias torrenciales en nuestro país y la tan famosa ciclogénesis explosiva convierten este tema en rabiosa actualidad. Todos los inviernos hay ríos que se desbordan y asolan municipios enteros a su paso. Es evidente que ante un desastre de esta naturaleza, en el que pueblos enteros se ven inundados y el caudal de los ríos arrastra coches y árboles a su paso, ningún tratamiento antihumedad puede garantizar resultados de estanqueidad. Por suerte para todos, estas catástrofes naturales nos salpican muy esporádicamente y no caben más medidas que evacuar las zonas de riesgo y aguardar a que las aguas vuelvan a su cauce. El problema real viene después, ¿cuáles son las consecuencias tras un episodio de inundaciones?
En casos de inundación los riesgos críticos de una vivienda se focalizan en su estructura en general, y en sus cimientos en particular. Los cimientos son la parte de la vivienda que debe soportar el peso de la estructura y mantenerla estable frente a cualquier fenómeno exterior. Si estos cimientos han estado en permanente contacto con el agua durante varios días, o incluso semanas, es muy probable que su capacidad de soportar la estructura se haya visto dañada. Incluso aunque no presenten problemas aparentes, resulta imprescindible el análisis por un técnico cualificado para verificar que la vivienda sigue cumpliendo los mínimos exigibles. ¿Y cuál es el diagnóstico más común tras un episodio de inundaciones? Pues los cimientos suelen estar saturados de agua, debilitando su capacidad de sostener la vivienda.
En el caso más favorable tras una inundación, los cimientos no habrán estado en contacto con el agua y no verán afectada su estructura. Pero esto no quiere decir que estemos libres de consecuencias. Cuando la inundación llega a su fin y el caudal de agua va descendiendo, es porque esta agua va siendo absorbida por el terreno. Estaremos entonces ante un terreno saturado de agua, incapaz de reconducir esta agua por su interior al no tener surcos y caminitos ya creados para hacerlo. Es por ello, que aumenta notablemente el riesgo de humedades por capilaridad.
Frente a un terreno saturado de agua es imprescindible que nuestra vivienda cuente con un perfecto aislamiento en sus cimientos, de lo contrario, los muros y tabiques de las plantas bajas tenderán a absorber el agua hacia arriba generando humedad por capilaridad. El mejor aislamiento es el conocido forjado sanitario. Consiste en edificar la vivienda sobre un primer forjado separado unos centímetros del suelo. Con esta separación conseguimos evitar el contacto directo con el terreno y, por tanto, reducir las posibilidades de que el agua del terreno ascienda por capilaridad. Además, dotando de una adecuada ventilación a este espacio, se consigue también crear una cámara de aire que nos ayuda a aislar térmicamente la vivienda.
Ahora bien, si la vivienda no tiene forjado sanitario y está cimentada directamente sobre una losa en contacto con el terreno, vamos a correr un serio riesgo de humedad por capilaridad. Aunque la inundación haya remitido, el exceso de agua que se ha generado sigue discurriendo por el terreno, bajo nuestras casas, y este terreno no tiene capacidad para dar salida a tanta agua. En estas condiciones, los muros y tabiques cuyas condiciones de porosidad favorecen el ascenso de humedad, comenzarán a absorber el exceso de agua y estaremos, con toda seguridad, ante un problema de humedad por capilaridad. ¿La medida más sensata tras una inundación? Solicitar a un técnico que evalúe el estado de nuestra vivienda.
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