“Yo sólo tengo humedad en invierno”. Esta es una de las frases más escuchadas por nuestros ingenieros durante las visitas iniciales de diagnóstico de humedades. En un principio, todos tendemos a pensar que las humedades de invierno están relacionada con las lluvias, obviamente más propias de los meses de esta época del año, pero en realidad la mayoría de las veces esta creencia es errónea: estamos ante un caso de humedad por condensación.
Las humedades que se manifiestan “solamente en invierno” normalmente no guardan relación directa con la lluvia. Cuando los daños de humedad de nuestra casa son debidos a una filtración de agua de la lluvia, el problema en realidad lo padeceremos durante todo el año. Es cierto que las lluvias son más ocasionales en verano, pero existen episodios de precipitaciones durante los doce meses del año y, si este fuese nuestro problema, el agua causaría los mismos estragos (aunque con menor periodicidad) que únicamente percibimos durante el invierno. Además, las humedades que provienen de una filtración a menudo se agravan coincidiendo con los días en que llueve, sea o no invierno, entonces ¿cuál es la explicación?
Estadísticamente, las humedades que sólo percibimos en invierno son en realidad humedades por condensación. La humedad por condensación nada tiene que ver con la lluvia, en cambio, sí tiene influencia la temperatura exterior, y es por eso que en invierno, coincidiendo con un descenso generalizado de temperaturas, las humedades por condensación hacen su aparición.
La humedad por condensación se crea en el momento en que el aire de la vivienda entra en contacto con cualquier superficie especialmente fría (temperatura inferior al punto de rocío). En invierno, la temperatura exterior a la vivienda provoca que muchas de las superficies de nuestra casa presenten una temperatura excepcionalmente baja. Paredes exteriores, ventanas y carpinterías son las típicas superficies sobre las que se inicia un problema de humedad por condensación. Estas superficies presentan muy bajas temperaturas durante los meses de invierno, por lo que el aire de la vivienda condensa sin que esto tenga nada que ver con las lluvias.
En realidad, y en contra de lo que solemos pensar, las «humedades de invierno» no tienen que ver con las lluvias sino con el frío. Y, para rizar el rizo, normalmente la solución no suele hallarse en aislar estas superficies para aumentar su temperatura, sino en reducir la humedad del aire para evitar la condensación aunque existan superficies frías.
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