La causa más frecuente de deterioro en las fachadas es el efecto que provoca el sucesivo contacto con el agua de la lluvia. El agua penetra en la superficie de fachada por la acción combinada de la presión de caída y el efecto del viento. Aunque se trate de uno de los fenómenos más frecuentes, en realidad no es el más agresivo, ya que el deterioro por agua de lluvia es menor que, por ejemplo, el del agua de ascensión capilar.
De entre las múltiples causas que pueden potenciar un acelerado proceso de degradación, debemos destacar dos particularidades. En primer lugar, la correcta ejecución de adarajas y endejas (las juntas de fachada), ya que es relativamente frecuente que una deficiente constitución u homogeneidad pueda dar lugar a la filtración del agua de lluvia. Y en segundo término, la tipología constructiva de la propia fachada, donde la absorción de las gotas de lluvia en superficies de ladrillo es cuatro veces superior a otros materiales de cerámica compacta.

Absorción de agua
La absorción de agua explica la penetración del agua procedente del nivel freático, de bolsas, de redes con presión y, en menor medida, de la escorrentía, el salpiqueo y la acción lluvia-viento que tratamos en este artículo.
La absorción se produce cuando el agua penetra en el material por efecto de cierta presión positiva. El agua atraviesa el muro con más o menos velocidad en función de su permeabilidad, espesor y presión del agua. A su vez, la permeabilidad depende del tamaño de los poros y de su conectividad. Cuanto mayores son estos parámetros, mayor velocidad presenta el agua. Esto hace que las grietas, fisuras, etc. sean los puntos preferentes de penetración bajo presión.

Efecto combinado de lluvia y viento
La capa de polvo que se deposita en la superficie de la fachada, combinada con los regueros producidos por el agua, puede llegar a generar manchas en las fachadas. Estas partículas de polvo, independientemente de su procedencia, se adhieren con más o menos intensidad al paramento de la fachada dependiendo, entre otros factores, del diseño arquitectónico que tenga el inmueble; cuanto más horizontal y rugoso sea el revestimiento, más adherencia se produce.
El agua de lluvia asociada al viento influye de forma importante en el depósito de suciedad: las lluvias intensas facilitan la limpieza de las fachadas y las ligeras, por contra, favorecen el depósito de suciedades.
Hay que considerar que la velocidad del viento y su acción sobre la superficie de un edificio están condicionadas por la altura, la rugosidad del paramento y la configuración arquitectónica. También la velocidad del viento y la inclinación que confiera a las gotas de agua, inciden en el ensuciamiento de la fachada.

En definitiva, se concluye la conveniencia de primar siempre el mantenimiento preventivo sobre el correctivo pues, más allá del indeseable efecto estético que estas manchas puedan provocar, la consecuencia última podría hallarse en filtración de humedades al interior de la vivienda.
Deja una respuesta